Una Nueva Tú

La bondad de Dios, se demuestra por el hecho de que Él no nos deja en la condición en que estabamos antes de la salvación. Su plan desde que fuimos salvos fue de tranformar nuestras vidas.

Las memorias que tengo de los primeros ocho años de mi vida no eran nada de agrado al Señor. Mi mamá era madre soltera. Ella pasó por unos cuantos novios antes de casarse con mi padrastro. Para mí era normal que amaneciera un novio de ella en mi casa. Recuerdo las fiestas a las que nos llevaba, en particular una en donde mi abuela nos llamó a mí y a mi hermana mayor que nos alistaremos para irnos. Yo corriendo hacia ella diciéndole, “Ama, ¿dónde está mi mami?” Y ella llevándome al coche y diciendo, “Ya viene, entra al carro.” Luego viendo que un tío estaba cargando a mi mami porque estaba intoxicada. Yo, una niña preocupada por lo que estaba viendo, pero pensé que eso era normal.

A los ocho años, mi mamá conoció a mi padrastro, no sé cuánto tiempo citaron cuando nos dijeron que se iban a casar, yo estaba contenta porque al fin iba a tener un papá. Todos esos años de mi niñez nunca fuimos a la iglesia, solo conocía de Dios porque mi mamá nos había puesto en una escuela católica por dos años solo para tener una buena educación. Asistiendo el primer grado a los seis años allí decidí que quería ser una monja, porque una monja fue mi maestra y estaba muy bonita; también dije que iba a ser maestra y mamá, aprendí muy pronto que las monjas no se casaban por lo cual ser mamá no iba a ser posible.

Gracias a que mi mamá nos sacó de la escuela católica, después de dos años, me quité la ilusión de ser monja.

Después de que se casó mi mamá con mi padrastro, ambos dijeron que, ya que estaban comenzando una nueva etapa en sus vidas, iban a buscar una iglesia para comenzar a asistir. Gracias a Dios por una tía, única cristiana bautista en mi familia en ese tiempo, siempre aconsejaba a mi mamá que nos llevara a una iglesia, pero bautista. Es allí en donde encontramos a la Primera Iglesia Bautista de Long Beach, California.

Comenzamos a asistir y después de algunas semanas mis papás y mi hermana mayor recibieron a Cristo como Salvador. Durante ese verano de 1983, mi hermana y yo fuimos a México para pasar tiempo con mi abuela. Regresando tenía yo la curiosidad de querer bautizarme. Fui con mi Pastor, en ese tiempo era el Pastor Antonio Tolopilo, y le expresé que me quería bautizar, ya que mis papás y hermana lo habían hecho.

Él me pregunto si ya había recibido a Cristo como mi Salvador, y le conteste que no. Le pidió a mi mamá que me llevara a su oficina una hora antes del servicio de la tarde, llegue y él me explico y me guio a los pies de Cristo en su oficina. Esa misma noche me bauticé también.

Allí es cuando Dios comenzó a trabajar en mi vida. Tomo mucho tiempo para cambiarme. Mis papás tomaban menos alcohol, menos fiestas, menos vicios, pero no una transformación completa. Seguíamos siendo fiel a todos los servicios de nuestra iglesia, pero entrando a mi adolescencia yo no veía mucha diferencia en mi vida o la de mi familia.

Como señorita aprendí muy bien cómo vivir una doble vida. Sabía cómo comportarme y vestirme para ir a la iglesia, pero en mi tiempo y en la escuela pública tenía otra manera de ser y vestir.

Cuando tenía 15 años nuestro pastor hispano se retiró y nuestro pastor de la iglesia contrato al Pastor Luis Parada para ser pastor del ministerio hispano. Yo teniendo ya mis raíces en la juventud de habla inglés, mis papás estaban bajo la predicación del Pastor Parada, predicación un poco diferente. Predicaba con convicción y fervor. Les enseño acerca de convicciones y como ganar almas. Les gusto tanto que querían que nosotros también lo escucháramos.

Comenzamos a asistir a los servicios en español, no muy contentas, pero obedecimos. Comenzó mi familia a cambiar e involucrase más en la iglesia. Asistí a un campamento de jóvenes a los 17 años y es allí en donde le di mi vida a Dios por completo; ya no más una doble vida, ya no más vestimenta que no agradaba a Dios, ya no más música del mundo, ya no más amistades que no me iban a ayudar a ser una mejor cristiana.

Aunque en mi familia todavía teníamos problemas de gritos, pleitos y otras cosas yo ya había hecho esa decisión de que no iba a seguir la cadena en que crecí. Rendí mi vida para que Dios me comenzara a cambiar realmente porque eso era el propósito por lo cual Dios me había salvado.

Sentí que Dios me decía, ya basta Jessica, o me das tu vida por completo o déselo al mundo; doy gracias a Dios que lo escogí a Él.

No fue una jornada fácil, yo tenía ya inculcada en mi vida lo que había visto al crecer. Determine que mis ojos se iban a enfocar en Cristo y en tiempos fáciles o difíciles yo me iba a mantener en Su camino. Aun hasta este día no he llegado ni cerca a lo que una verdadera sierva debe ser, pero Dios sigue trabajando en mí y seguirá trabajando en mí hasta que Jesús regrese por nosotros.

Lo que me ayudo, es aprender que Dios usa ciertas herramientas para formarnos a la imagen de Su Hijo Jesucristo.

La primera herramienta que Dios usa es: La Palabra de Dios.

Crecemos en Él cuando pasamos tiempo leyendo la Biblia, porque la escritura es como la comida que nutre nuestra alma.
“Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mt. 4:4.

Pero tristemente algunos cristianos solo dependen de la cena del domingo servido por su pastor. Dios nos dio una carta de amor que debemos leerla todos los días. Pasar tiempo leyéndola, escudriñándola, y memorizándola.
Entre más la leemos, más vamos a querer y desear vivir para Él. Es fácil ser fiel a todos los servicios, eventos, y conferencias que pasan en nuestra iglesia cuando más tiempo pasamos leyendo Su Palabra.

Entre menos leemos, comenzamos a perder nuestro interés en las cosas espirituales.

La segunda herramienta que Dios usa en formarnos a Su imagen es:
La Oración.

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo queréis, y os será hecho.” Juan 15:7 Aprendemos a depender de Dios por medio de ir con nuestras necesidades y preocupaciones además de alabanza y gratitud. A medida que nos acercamos regularmente, nuestra intimidad y amor hacia Él crece. En vez de ver la oración como un deber, realizamos que nuestro tiempo con Dios se convierte en un deleite; no es posible que todos nuestros agradecimientos y penas vayan en una oración de quince minutos.

El tiempo es un regalo que Dios nos da y ha pesado mucho en mi vida la escasez de tiempo que pasamos en oración, pero si podemos desvelarnos por estar en las redes sociales.

Yo le reto a que comience a diezmar de las 24 horas que Dios nos regala cada día. Veríamos vidas cambiadas, espíritus diferentes, familias e hijos transformados si solo tomáramos más tiempo usando esta herramienta de la oración.

Y, por último, la tercera herramienta que Dios usa es:
La Iglesia

“No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Hebreos 10:25 Es en donde encontramos ánimo, en donde recibimos instrucción Bíblica, y experimentamos contabilidad. La iglesia es un factor muy importante en la transformación de nuestra vida. El asistir a la Escuela Dominical, que hoy en día tomamos de menos, es importante.

Cada servicio que nuestras iglesias tienen son importantes. Conferencias que nuestro pastor arduamente planea, ya no lo vemos importante. ¡Ah! Si voy, voy y si no voy, no me pierdo nada. Que espíritu tan indiferente.

La iglesia no es un club social, ni el cristianismo es un estilo de vida; Jesús es nuestra vida.

¿Quiere animar a su pastor?, sea fiel a su iglesia. Dice que ama a Dios, pero es fácil faltar uno o dos servicios. Se va de vacaciones y también de Dios. Ir a la iglesia en el día del Señor no debe ser una opción.

Nuestra cultura tiene escasez de voces y presiones que llenan las mentes e influyen en el comportamiento. Generaciones que piensan que es mejor pasar tiempo familiar, viajando de aquí para allá. Parejas que están más interesados en hacer riquezas aquí en la tierra en vez de hacer riquezas eternas.

Es necesario que las siguientes generaciones regresen a usar estas herramientas que Dios uso en las personas del ayer. Recuerde que Dios nos salvó para transformarnos a la imagen de Él.

Quite la Biblia de su teléfono y lleve esa carta de amor a la iglesia. Pasa tiempo orando y siendo fiel a la iglesia. Usando estas tres herramientas veremos una diferencia en nuestra familia, luego en nuestra iglesia, hasta en nuestros trabajos.

Usando estas tres herramientas, veremos vidas transformadas. Cuando intencionalmente hacemos tiempo para Dios, Su palabra, y Su Iglesia, Él hace el trabajo de transformarnos en una nueva persona; permítale a Dios que cambie su vida.

Jessica Gómez
Pimera Iglesia Bautista
Hammond, Indiana

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *