El Verdadero Sentido De La Navidad

Através de los años hemos visto cómo el mundo con toda su influencia perversa y ajena a los pactos de Dios va arrastrando con fuerza todas las actividades que el ser humano desarrolla. Hay actividades como los deportes, cumpleaños, trabajos, etc. que debieran ser sanos y honorables, pero se están convirtiendo cada vez más en algo vergonzoso y desviado de lo honesto, decente y correcto.

Los creyentes en Cristo Jesús, casi sin darnos cuenta, nos estamos involucrando en las corrientes de este mundo malo, sin pensar si lo que hacemos es agradable a Dios o no.
Un caso muy específico son las celebraciones de la Navidad. Adornamos, compramos regalos, pensamos en la sabrosa comida y hasta nos involucramos en las actividades de la iglesia. Sin embargo, muchas veces lo hacemos sin reflexionar en el verdadero sentido de la Navidad.

Recordemos que cada persona que se acercó al Señor al saber que el Mesías prometido había nacido, no se deslumbró por los acontecimientos que acompañaron a tan glorioso suceso, sino que se postró ante el Señor y ante nadie más.

No fue ante María y José, ni ante el humilde establo, tampoco ante la fulgurante estrella, ni aun ante los gloriosos cánticos angelicales. Ni los pastores ni los magos se postraron para adorar a nadie, sino al Precioso Salvador que nos había sido dado.

Hoy en día, nos envolvemos tanto en el bullicio terrenal y el deslumbramiento de las fiestas navideñas que este mundo nos ha robado, que nos olvidamos que no es lo costoso de nuestros regalos, ni la elegancia de nuestros adornos lo que a Dios necesariamente le honra, sino nuestro humilde y agradecido corazón, al recordar tan glorioso advenimiento.

Nosotras, las mujeres, haciendo gala de nuestra vanidad femenina podemos correr el riesgo de preocuparnos si los zapatos van acordes a la cartera, si nuestro vestido está a la moda, si nuestras alhajas y perfumes son los que se están usando, si la gente va a hablar bien de nosotras o nos vamos a ver ridículas.

Igualmente, nuestros hijos adolescentes y jóvenes se vuelven vanidosos y superficiales debido a que sin desearlo están recibiendo nuestra mala influencia y mal ejemplo. Mucho podemos hacer nosotras las mujeres para lograr que nuestros preciosos hijos, grandes y chicos, hagan de la Navidad algo auténticamente bíblico y espiritual.

Si nos olvidamos de quién es el Señor que se humanó en aquella Navidad, haremos de estas sublimes fiestas algo muy diferente a lo que nuestro Digno Salvador merece. Dejemos que otros, los que ignoran la grandeza de nuestro Dios, sean los que se expongan ante el juicio de Él y no nosotras, que hemos sido instruidas en una sana doctrina y correcta forma de vivirla.

Somos los verdaderos creyentes en Cristo a quienes nos corresponde detenernos y considerar si en verdad le estamos honrando. No sea que, sin percatarnos, estemos haciendo lo que este mundo vil y despreciable hace, sin pensar ni un instante en Él para darle ni una pizca de honor y gratitud.

Es nuestro deber hacer de esta Navidad algo que realmente honre al Señor y le adore. Porque es cada vez más grande el olvido de Dios y la lejanía con la que el supuesto cristianismo moderno está tratando las cosas que una vez fueron para Cristo y solo para Él.

¡Que el Señor nos ayude!
Cariñosamente en Cristo:

Hna. Graciela Plata de Cortés.
Iglesia Bautista Puerta Abierta
Tijuana B.C. México

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