Madre, ¿Dónde está tu prioridad?

Una de mis celebraciones favoritas en casa, es cuando celebramos el día de las madres. Nuestra tradición es que nuestros hijos junto con su papi se levantan muy temprano y preparan un delicioso desayuno que me traen a la cama, todos se reúnen en círculo y comienzan los abrazos, besos, regalos, pero el mejor momento para mí, es el de leer las tarjetitas que cada uno me trae ese día. Progresivamente, mientras leo cada una de ellas me comienza a invadir un sentimiento de agradecimiento a Dios por cada bendición que trajo a mi vida con ellos que no puedo más que comenzar a llorar; lágrimas de todo tipo de sentimiento comienzan a fluir en ese momento; lágrimas de gozo, lágrimas de gratitud, lágrimas de no ser digna de tanto amor, lágrimas porque me quedo corta en mi papel de madre, lágrimas de querer hacer cada día mejor mi labor que el Señor me ha encomendado.

Si Dios te ha dado ese hermoso privilegio de ser madre ¡Felicidades! También consigo ha venido una gran responsabilidad.

Como madres cristianas tenemos la obligación de cumplir con el mandato de Dios de guiar a nuestros hijos a Él. Una de mis mayores responsabilidades como mamá es que mis hijos conozcan a Dios y de Dios.
A nosotros se nos ha dado el mandato de Deuteronomio 6:6-7 “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino y al acostarte, y cuando te levantes.”

Nuestros días están totalmente ocupados desde que abrimos los ojos hasta que nos acostamos, yo dudo que haya una mamá que tenga mucho tiempo libre en sus manos. Hay que despertar a los niños, preparar el desayuno, organizar la salida de cada uno de ellos al trabajo, a la escuela, hacer los pendientes del día, recogerlos, preparar comida, lavar la ropa y por la tarde llevarlos a sus actividades; en fin, si siguiéramos escribiendo no terminaríamos.

Pero en medio de tanto afán Dios nos ayuda a cumplir con todas estas tareas y aun más para cumplir mi misión con mis hijos. Las mujeres tenemos el talento para hacer más de una cosa a la vez y eso es lo que debemos aprovechar para cumplir con todo lo que tenemos por delante.

No necesitamos un gran talento o un diploma o habilidades para instruir a nuestros hijos en los caminos del Señor; todo lo que necesitamos es hablar, y bueno, hablar es algo que todas las mujeres hacemos muy bien, y que Dios nos pide hacer por Ėl y por el bien de nuestros hijos.

1) Hablemos.
Dios dice; “…y hablarás de ellas…” a ¿qué se refiere de ellas? “…Estas palabras que yo te mando hoy…” (v6) y ¿a quienes debemos de hablar?

a) A nuestros hijos
b) A todo el que escuche.

Así que Dios nos pide que hablemos sin cesar de Ėl y de sus enseñanzas. Y ¿cómo hacerlo? Muy fácil, hablando.

Mientras hacemos nuestra rutina diaria podemos hablarles a nuestros hijos de Dios. Yo quiero que mis hijos amen a Dios, entonces yo les tengo que hablar de Él. ¿Por qué hablar de Dios? Porque hablamos de aquello que es importante para nosotros, de lo que hay en nuestro corazón habla la boca, así que llena tu boca de las cosas que Dios hace por nosotros:

a) Habla de las maravillas de su creación
b) Habla de su palabra
c) Habla de sus designios
d) Habla de su amor
e) Habla de su misericordia

El hecho de hablar de Él en tu vida cotidiana, hará que tus hijos lo tengan muy presente en todo momento. Debemos hablarles no importa en dónde nos encontremos, hablar de Dios no es sólo para la iglesia.

2. ¿Cuándo hablar?

En el versículo nos dice cuando debemos de hablarles. “…Estando en tu casa y andando por el camino y al acostarte y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:7)

Esto se refiere en todo momento. Podemos tomar la oportunidad de hablar de Dios, cuando comemos, cuando acostamos a los niños, cuando alguien tiene pesadillas en la noche, cuando nos despertamos y vemos salir el sol o caer la nieve, etc.

Aprovechemos cada oportunidad para hablar con nuestros hijos de lo eterno, de las sencillas verdades de Dios. Especialmente cuando están pequeños son como esponjitas que todo lo absorben; no desaproveches este tiempo tan maravilloso, y esto me lleva a mi siguiente punto.

3. ¿Cuándo es el tiempo de comenzar?

Nunca es demasiado pronto. Pablo escribió de Timoteo en 2 Timoteo 3:15 “Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras…” Así que nunca es demasiado pronto. Aun desde el vientre puedes leerlas, cuanto más, cuando ya hayan nacido. Entre más temprano mejor.

Y qué hay de nosotras, madres como yo, que conocimos al Señor cuando nuestros hijos era un poco mayores o quizás hasta adolescentes. Bueno, así como nunca es demasiado pronto, tampoco nunca es demasiado tarde.

El enemigo se alegrará diciéndote que es muy tarde para nosotros, pero recordemos que nada hay imposible para Dios. Así que, comienza hoy y Ėl será fiel en recompensar y bendecir nuestra obediencia de seguir su palabra.

Y regreso al título de este artículo, Madre ¿Dónde están tus prioridades? Dejo esta pregunta para que tú la contestes honestamente. ¿Quién es Dios para ti? ¿Es Ėl tu prioridad # 1?

Si tu respuesta es sí, entonces, lo que acabamos de hablar será una realidad para ti y lo pondrás en práctica.

Mi deseo en este próximo Día de las Madres, es que todas las lágrimas que llegues a derramar, sean todas de pleno gozo; con la certeza que en lo que queda de nuestra parte, hemos hecho y estamos haciendo según lo dicho por nuestro amado Salvador.

Hna. Rosie Ramirez

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *