Dando al regalo de la paciencia

¿A cuántas de nosotras nos encanta recibir y desenvolver regalos? ¡La expectación de desenvolver un regalo y ver lo que te han dado es emocionante! Ver a un niño cómo espera impacientemente abrir un regalo en Navidad o en su cumpleaños es una gran lección sobre la paciencia.

Muy pronto en el mes de diciembre estaremos esperando recibir regalos, pero ¿se ha puesto a pensar cuáles son los regalos que usted dará a otros?
Las relaciones con otras personas, esposos, hijos o amistades, no siempre vienen en un paquete de perfección. Las relaciones con otras personas requieren esfuerzo, tienen el potencial de recibir bendiciones, pero al mismo tiempo pueden ser problemáticas.

Muchas veces queremos ser comprendidas, amadas, perdonadas y que otros sean pacientes con nosotras, pero cuando nos toca a nosotras dar esos frutos del Espíritu, no nos emociona mucho. Les explicaré mas en detalle para que entiendan mejor.

En un viaje a una conferencia de mujeres, dejé mi teléfono en el aeropuerto y perdí mis lentes de leer (¡muy caros!). Cuando hablé con mi esposo, sus preciosas palabras para mí fueron de aliento y paciencia. Pude recibir el regalo de la “paciencia” para esta mujer olvidadiza. Me puse a darle gracias a Dios por la paciencia que mi esposo tiene para conmigo, y me puse a pensar: “¿Le he dado yo a él el regalo de la paciencia continuamente?” Al contrario, tendemos a usar palabras con el esposo e hijos y diciéndoles: “Tú siempre olvidas todo”, “¿cómo es posible que pierdas los lentes, si son tan caros?”, “¡piensa bien!”, “la próxima vez, vas a ver cómo te va a ir”, “no seas irresponsable”. Palabras que son como golpes de espada.

Qué precioso sería que nosotras nos ofreciéramos a otros como un regalo, y que nuestra meta fuera darnos no solo en Navidad, sino cada día de nuestras vidas presentarnos a ellos, y que al desenvolver ese regalo, ellos encontraran en nosotras el regalo del fruto del Espíritu Santo —amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe mansedumbre, templanza. Déjeme enfocarme en uno de los frutos del Espíritu; en el regalo de la paciencia.

¿QUÉ ES LA PACIENCIA?

La paciencia es una cualidad admirable en la vida que pocas personas parecen poseer, incluso los cristianos. Nuestra vida se debe caracterizar por la paciencia, porque es importante para desarrollar el carácter maduro y estable que el Señor desea que se produzca en Su pueblo. La paciencia es la capacidad de enfrentar problemas y tensiones sin quejarse, y no verse afectado por los obstáculos, los retrasos y los fracasos y fallas de otros.

Dios permite dificultades, inconvenientes e incluso sufrimientos, con un fin específico: nos ayudan a desarrollar la actitud apropiada para que crezca nuestra paciencia. El origen de la palabra paciencia viene de la raíz latina “pati” que significa “sufrir”. Así que la palabra paciencia implica sufrimiento.

Es importante notar que paciencia no significa solo esperar hasta que cambie la situación o hasta que alguien más haga lo correcto. Paciencia es la cualidad de tolerar o soportar dolor o dificultades sin quejas. ¿Pasó usted el examen de la paciencia? ¡Yo me siento reprobada!

La paciencia es un regalo que nos encanta recibir, pero que no estamos dispuestas a ofrecer a otros con mucha facilidad. Una de mis hijas de pequeña era muy inquieta y hablaba demasiado, y si son mamás, ustedes me comprenden. Me acuerdo haberle comprado una camiseta que decía “tenme paciencia, Dios no ha terminado conmigo todavía”. Como madres “tenemos el tiempo encima” y cuando nuestros hijos están llenos de preguntas e inquietos tendemos a desesperarnos, nos irritamos, gritamos y generamos un caos, pero sin lograr resultado alguno. La camiseta lo expresa muy bien, Dios no ha acabado con nosotros, entonces seamos pacientes los unos con los otros. Estos son los momentos para aplicar la paciencia. La paciencia es más necesaria cuando el cristiano se siente con menos ganas de ejercitarla.

¿CÓMO DESARROLLAMOS LA PACIENCIA?

Ese tipo de paciencia no se consigue fácilmente. La desarrollamos al caminar íntimamente con Dios. Proviene de la confianza en nuestro Dios, aun cuando nos sentimos que Él no está presente y que Su bendición no está con usted al enfrentar una nube de problemas y dificultades colgando sobre nuestras cabezas. ¿Podemos confiar en Él al atravesar el valle de la muerte, enfermedades, desilusiones, heridas? ¿Podemos confiar en Él cuando el mañana parece oscuro y solitario, y nos llena de temor, sabiendo que así como estuvo con nosotros en el pasado, estará con nosotros en el presente y futuro?

El cristiano es paciente cuando en los momentos más oscuros de la vida no pierde el control, sino que permanece firme en la convicción de que la obediencia a Dios es requerida en todo momento y en todas las circunstancias de su vida.

Desarrollamos paciencia en momentos lentos.

¿Le ha tocado esperar largos tiempos en líneas? ¿Ha tenido que soportar a sus hijos en largos viajes? Use su imaginación para entretenerlos con juegos, números, etc.

¿Paciencia como perseverancia?

Cuando falle y se sienta derrotada, levántese, persevere hasta conquistar al gigante en su vida.

Paciencia correcta en el momento correcto

Cuando andamos corriendo con el tiempo encima, en vez de causar un caos, piense que ese es el momento para ejercitar la paciencia. No se trata de esperar una solución que “caiga del cielo”, más bien podemos orar y pedir ayuda divina y enfrentar el problema con Él.

Esta es la respuesta que Dios desea de nosotras. Es la perfecta respuesta a Su perfecto amor, un amor que nos busca pacientemente hasta que dejamos de correr de Él, y decimos: “Descanso mi cansada alma en Ti y en Tu gracia; yo no puedo, pero Tú sí puedes en mí”. Nosotros no desarrollamos paciencia. Él la hace crecer dentro del corazón confiado y obediente. La buena noticia es que para lograr este rasgo, tenemos la ayuda del Espíritu Santo (Gálatas 5:22). Es el fruto obrando en nosotras. No estamos solas. Oremos a Dios que este fabuloso rasgo del carácter de Cristo, LA PACIENCIA, se desarrolle en nosotras.

“…Que seáis pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos (1 Tesalonicenses 5:14-15).

Hna. Miriam Slazar

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