En el otoño de mi vida, puedo decir con certidumbre, que he visto la mano de Dios en mi vida. Trabajando en el ministerio al lado de mi esposo, el pastor Joaquín Hurtado, veo las grandes bendiciones que el Señor ha traído a nuestras vidas. A través de los años, hemos pasado por alturas y valles, pero me he dado cuenta de que vale la pena servir al Señor. Estoy tan agradecida con esta oportunidad que Dios me dio y que me sigue otorgando.
Servir a mi Señor en lo que Él me ordena ha sido un gran privilegio para esta humilde sierva. Cada día me pregunto: “¿Yo Señor?” Le doy toda la honra y gloria a mi Señor y Salvador por escoger a esta mujer, que desde la edad de 10 años comenzó a servirle, habiendo sido criada en un hogar cristiano. Mi padre fue el pastor Roberto L. Rangel, un gran hombre de Dios. Como dije al principio, esa niña de 10 años que dedicó su vida para servir a Cristo ahora está en el otoño de su vida. La edad es solo un número, porque el Espíritu del Señor es el que nos da las fuerzas para seguir adelante día tras día. ¡Es su Espíritu Santo el que nos rejuvenece!
En mi experiencia he visto que las bendiciones más grandes y bellas vienen casi siempre después de una prueba o problema grande. Allí, en esos momentos, he visto la mano palpable de mi Señor. ¡Él siempre triunfa en las batallas!
En este otoño de mi vida quiero animar a mis hermanas en Cristo que sirven en el ministerio con sus esposos, y a las que seguirán después de nosotras, que sigan adelante un día a la vez, porque Él camina con nosotras día tras día.
Puedo ver como en una escena toda mi vida y digo: “¡Hasta aquí me ayudo el Señor!” Sigo disfrutando y gozándome en Su obra en medio de todo lo que la vida trae. Espero con gozo y satisfacción la gloriosa y hermosa entrada al cielo y ver el rostro de mi Salvador, así como a todos mis seres amados que se han ido antes que yo.
Pero antes de todo, sigo trabajando en la obra con mi querido esposo, amando a mi iglesia y a todas las hermanas que he conocido a través de los años. No cambiaría esta vida por nada en el mundo. ¡Lo mejor está por delante! Y como dice el himno antiguo: “… y algún día en vez de una cruz, mi corona Jesús me dará…”.
Firmes y adelante hermanas. ¡Las amo con el amor del Señor!
Su hermana en Cristo,
Rebecca Hurtado