Las Consecuencias De Tus Decisiones

Nuestra vida está compuesta de una serie de decisiones que hemos tomado a lo largo de nuestra vida, y efectivamente determina el curso de nuestra vida. Seguramente todas podemos ver hacia atrás y pensar en ocasiones: “¿en que pudiéramos haber tomado una decisión distinta, y en qué aspecto esto hubiera afectado nuestra vida?”. Nos gozamos por las buenas decisiones que hemos tomado, y muchas veces nos arrepentimos por las decisiones incorrectas que hemos tomado. Ciertamente, las decisiones que tomamos
traen consecuencias.
-Por ejemplo, nuestra decisión temprana de obedecer y de honrar a nuestros padres trae consecuencias de bendición y una promesa de larga vida. Gloria a Dios por los padres que toman en serio este mandamiento de Dios, y que instruyen a sus hijos en obediencia y en honra hacia sus padres.

Proverbios 29:17 “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.” Deuteronomio 5:16 “Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.”
Para nuestros hijos será de bendición haber aprendido a temprana edad a obedecer y a respetar la autoridad en su vida.
Padres, tomemos la buena decisión de seguir la Palabra de Dios en este aspecto, y de instruir a nuestros hijos en esta área. Hijos, tomen la decisión de obedecer y de honrar a sus padres. Para que te vaya bien, y que tus días sean largos y bendecidos sobre la tierra.

-También, nuestra decisión de recibir a Cristo como nuestro Salvador, ¡Qué decisión tan importante, que seguramente afecta nuestra vida terrenal, y por cierto, nuestra vida eternal!

-La decisión de escoger a tu novio, y a tu cónyuge determinará mucho acerca de tu futuro. Esta decisión determina quién llegarás a ser, qué llegarás a hacer, cómo vas a criar a tus hijos, cómo servirás al Señor, qué tipo de vida llevarás, ¡y mucho más! Determina en gran parte el cumplimiento de tu gozo, o la desilusión del fracaso. Lamentarás esta decisión, o te regocijarás por la buena decisión que habrás tomado.

-Y la decisión de seguir a Cristo con todo tu corazón será la decisión que marcará una enorme diferencia en tu vida.

Mateo 16:24 “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”

Yo creo que cada lector estará de acuerdo conmigo en los puntos previamente mencionados.
Ahorita mismo, estarás evaluando tus decisiones en cuanto a estos puntos. Seguramente estas glorificando a Dios por la gracia que Él tuvo en dirigirte y en permitirte tomar buenas decisiones; o de lo contrario, estás lamentando algunas decisiones malas que tomaste, quizás a pesar de tener buenos consejeros en tu vida.

Pero también, a pesar de todo, puedes decir que la gracia de Dios te ha dado fortaleza para poder superar y sobrellevar las consecuencias de tus malas decisiones. Pero al igual, NADIE deberá recibir la gloria por las buenas decisiones que ha tomado, por su “buena vida” que lleva como resultado de haber tomado buenas decisiones.

¿Gozarse? ¡Sí! ¿Gloriarse? ¡No!

¡Toda honra y gloria pertenece al Señor!

Lejos sea que este devocional nos deje en el desánimo por haber tomado en el pasado una decisión, o una serie de decisiones, que han afectado negativamente a nuestra vida, y a la de nuestros seres amados. Nadie podrá regresar al pasado y cambiar alguna decisión que habrá tomado. Tenemos la certeza y la promesa de que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Y Él dará gracia para aguantar y superar las consecuencias.

El Omnipotente es experto en tornar una mala situación, o el resultado de una mala decisión, en un cuadro hermoso, donde Él recibirá gloria de una forma inesperada.

“Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo” Salmo 104:14

Pero, quisiera tomar un ejemplo en la Biblia, en el cual una decisión claramente equivocada, dejando al personaje en un lugar escondido y oculto por muchos años, fue usada con un propósito específico por Dios. ¡Esto le dará esperanza y aliento! Así que, por favor, ¡siga leyendo!

En el libro de Éxodo, leemos la historia de Moisés, el niño que nació en el hogar de Amram y Jocabed durante el reinado de un Faraón cobarde en Egipto. Por temor, él había mandado matar a todos los bebés varones, aventándolos al Río Nilo. ¡Imaginen la preocupación de esta familia cuando nació su tercer hijo, un varón! De inmediato, Jocabed comenzó a fabricar un plan de salvación para la vida de este hermoso bebé. Sabemos cómo ella, con un corazón lleno de confianza en su Dios, tomó una arquilla de juncos y la calafateo con asfalto y brea; colocó allí al niño y lo puso en el río. Siempre capta mi atención la valentía de esta mujer, como ella entregó a su hijo a la misericordia de Dios en los peligros del río, donde ciertamente cientos de bebés habían muerto ahogados. ¡Cuán grande era su fe en Dios! ¡Era más grande que el temor del decreto del rey!

¡Y, qué maravilloso fin de esta historia! La misma princesa recogió al bebé de la arquilla, tuvo compasión de él, y lo tomó como su propio hijo para criarlo en el palacio.
¿Pueden imaginar que Amram y Jocabed tuvieron sueños que este niño algún día llegaría a ser el libertador del pueblo de Israel? ¿Qué mejor preparación? ¿Qué mejor plan? Tenía sangre judía, educación egipcia, preparación real. ¡Seguramente era destinado a ser el próximo Faraón de Egipto! Pero cuando llegó a ser un joven adulto, Moisés salió a ver a los judíos, y los vio en sus duras tareas. Se espantaba al ver el maltrato de sus mismos hermanos a mano de los egipcios. Quizás él sintió algún tipo de culpa por tener refugio dentro del palacio.

Un día, al salir a ver a sus hermanos judíos, no aguantando ver cómo era maltratada la gente de su propio pueblo, en un momento de pasión, de enojo y de coraje, tomó una terrible decisión. Mató a un egipcio y lo enterró en la arena. Pensó que nadie lo había visto. Sin embargo, al día siguiente, al salir nuevamente entre sus hermanos, supo que alguien le había visto matar al egipcio.

Entró en pánico. Su pecado había sido descubierto. Sabía que Faraón buscaría venganza. Y en su desesperación y temor, Moisés tomó otra decisión. Huyó de la presencia de Faraón al desierto, a la tierra de Madián.

Yo pienso que ni siquiera tomó el tiempo de despedirse de sus padres y de sus hermanos. Cuando Amram y Jocabed se enteraron de todo lo sucedido, Moisés ya estaba a medio camino a Madián. ¡Qué desilusión habrá sentido esta pareja que tenía su esperanza en este joven preparado! Seguramente él estaba a la puerta de ser promovido a una posición de autoridad para poder ser el gran libertador del pueblo judío que vivía en terrible esclavitud. Sus sueños se deshicieron, su esperanza hecha mil pedazos por estas decisiones tomadas por una persona que había sido tan privilegiado.

Pues, al poco tiempo, vemos a Moisés atendiendo a las ovejas de su suegro, Reuel. Su decisión lo había llevado de ser un príncipe, a ser un humilde pastor de ovejas. Seguramente, él tuvo mucho tiempo para reflexionar y meditar sobre la tontería de sus decisiones. Se habrá preguntado, “¿Qué hago aquí? ¡Cuánto me he alejado de lo que debo estar haciendo!”

Pero, amiga mía, quiero que veamos la mano de Dios en toda esta situación. Dios había dirigido todas las circunstancias y se encargó de los más mínimos detalles, hasta la hora del paseo de la Princesa egipcia al río, para que Moisés efectivamente llegara a vivir en el palacio. Todo era parte de su divino plan, para que DIOS, no el hombre, fuera glorificado y engrandecido. Dentro del palacio, Moisés era el libertador ideal, según el punto de vista del hombre; pero no de acuerdo al plan de Dios. Dentro del palacio, Moisés recibiría la gloria por ser un muchacho preparado, educado, con toda la “palanca” adecuada para liberar al pueblo de Israel.

Pero Dios quería mostrar Su propio brazo fuerte al sacar el pueblo de Israel de la tierra de Egipto.

Éxodo 6:6 “Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes.”

Así que, en su desánimo, en su “inactividad,” según las medidas del mundo, Dios apareció a Moisés por medio de una zarza ardiente. Ahora sí, dijo Dios: “te puedo usar para liberar a mi pueblo, ahora sí estás en la posición perfecta para poder ser el ‘libertador’ de mi pueblo. Porque a través de ti voy a mostrar mi brazo extendido, poderoso para salvar”.

Salmo 89:13 “Tuyo es el brazo potente; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.”

Divinamente, Moisés fue despojado de toda su gloria, su fama, su “palanca” con la realeza, su educación, su preparación. Sus relaciones ya no tenían valor. Lo único que Dios quería usar era un hombre con la simple capacidad de sostener una vara. (Esto no requería talento, y no podría haber gloria para Moisés.)

Y así fue que Dios, con Su brazo potente, liberó al pueblo de Israel. Y nadie jamás dudó de quién merecía la gloria y la honra.

Así que, querido lector, no te jactes de tus buenas decisiones. ¡Da gloria a Dios por Su buena mano en dirigirte en cada buena decisión que has tomado!

Y, amado lector, quizás desanimado por tus decisiones pasadas… ¡ármate de valor! Justamente eres tú quien Dios quisiera usar para mostrar Su gloria a través de tu vida. Entrega a Él los pedazos rotos de tu vida. Él hará algo bello de tu vida, y para siempre tú le darás la gloria.

Salmo 104:14:
“Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.”

 

Anna Sloan de Lopez
Chiapas, México

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